Las huertas escolares parte II- Un acercamiento a procesos más profundos

Las huertas escolares sin duda son una herramienta fabulosa para complementar el aprendizaje y la educación nutricional de los niños, con muchos beneficios conocidos.  Gabriela Jaramillo visitó 3 instituciones educativas en la zona urbana, más específicamente en Cumbayá y Tumbaco (Pichincha), que han logrado incorporar una huerta en el programa preescolar o escolar. ¿Cual es la motivación para iniciar y mantener una huerta escolar? ¿Cómo influye una huerta en la alimentación de los niños? Parte II de una serie de dos contribuciones sobre huertas escolares.

En  los 3 ejemplos de huertas escolares hay una intención que va más allá de la huerta en sí. Esta intención tiene que ver con el cultivo de valores, con el conocimiento y el cuidado de uno mismo, de los demás, y del medioambiente.

Medio ambiente y sustentabilidad   

En estos colegios, la huerta es parte de una propuesta más amplia que incluye otras cosas como educación ambiental, compostaje y reciclaje.

En el colegio Menor junto con Reverdece, una organización dedicada a la educación ambiental, han desarrollado un programa en preescolar que se llama ¨Greening Early Childhood¨ en el cual han realizado varios talleres para niños por ejemplo de reciclaje y de aves. Con las profesoras también se han realizado talleres sobre los principios de educación ambiental y reuniones para plantear metas en relación a las 3Rs (Reducir-Reutilizar -Reciclar).

En el Colegio William Shakespeare también se practica el reciclaje. Existen contenedores señalizados para separar la basura y trabajan con recicladores de base de la zona ASOGAV (Asociación de Gestores Ambientales Artesanales del Valle de Tumbaco). Ellos han ido al colegio a conversar con los niños y contarles lo que hacen. De esta manera los niños toman conciencia desde que son chiquitos de la importancia de reciclar y de qué pasa con la basura que botamos diariamente.

Los niños aprenden a ser responsables y contribuir a la sustentabilidad con pequeñas acciones como tener un huerto en casa para producir alimentos, tener una compostera, aprender e interesarse en el ambiente que nos rodea, dividir la basura y reciclar.

Del colegio a la casa

La huerta escolar también tiene un impacto fuera de las horas de clases. Los niños llevan sus experiencias a sus casas y se expande a las familias. Al tener una huerta escolar varios niños toman la iniciativa de empezar uno en sus casas o se interesan más por la cocina y la alimentación.

Maria José me cuenta una historia de uno de los niños que vive en un departamento sin jardín, sin embargo había hecho todo lo posible para que sus padres le compren una maceta y así poder sembrar y tener sus plantitas, a pesar de los inconvenientes, ya que los padres no tenían el interés o la costumbre de tener plantas. A veces, cuando hay un exceso en la cosecha o no se puede cocinar en el colegio, cada niño se lleva una parte de la cosecha a su casa. Carolina también me cuenta que muchos padres y madres se entusiasman con la idea le mandan fotos de lo que ellos están sembrando en casa con los niños o de las recetas que prepararon con la cosecha.

La huerta como un espacio aprendizaje, diversión y conexión

Hay algo más sutil que se despierta en los niños al generar estos espacios y tiene que ver con una visión más amplia de la vida. Muchos niños en la ciudad no han tenido la experiencia de un contacto directo con la tierra y la alimentación, y esto tiene un gran valor;  «el simple hecho de que ellos vuelvan a meter las manos en la tierra ya genera un cambio en su manera de pensar porque a muchos se les ha enseñado que ensuciarse con tierra es algo malo».

Estar cerca de los procesos naturales nos puede enseñar muchas cosas. Por ejemplo, observar morir a una planta nos enseña de los ciclos de la vida, que ocurren no solo con las plantas sino con nosotros mismos y con todo lo que nos rodea.

El aprendizaje experiencial es muy valioso además porque involucra a todos los sentidos e incluye la parte emocional. Los niños están observando, escuchando, oliendo, sintiendo, haciendo, pensando y aprendiendo. Es muy diferente de una clase en la que solo están escuchando a un profesor hablar.

En la hora del huerto, Carolina también medita con los niños. ¨El alimento también es de la cabeza¨, me dice. Tanto el trabajo con la huerta como la meditación pueden ser herramientas que se les puede enseñar a los niños para tener un mejor manejo emocional, algo muy importante en estos tiempos de vida agitada y estrés.

Una huerta brinda un lugar de encuentro con uno mismo y también con los demás ya que se aprende del trabajo en equipo, a cuidarnos los unos a los otros y respetar nuestras diferencias. Los niños disfrutan mucho de estos espacios. Y los resultados están ahí, no solo en la cosecha. Una huerta una huerta significa también darles a los niños estos espacios naturales donde ellos se sientan cómodos, donde ellos respeten, aprendan y entiendan cosas de la vida.

Retos, proyecciones y conclusión

A pesar de todo lo maravilloso que significa una huerta escolar, existen varios retos y un largo camino por recorrer. Una de las mayores dificultades con las que se enfrentan estos proyectos es que es no existe algo que contemple este tipo de actividades dentro del pensum escolar, el cual es regulado por el Ministerio de Educación. Esto hace que los colegios tengan que tener mucha creatividad y entusiasmo para lograr incluir un programa de huerta dentro del apretado currículum de las horas de clase.

Otro reto común es la resistencia a probar algo nuevo. Por ejemplo algunas profesoras tienen recelo de participar porque nunca han tenido un huerto y no saben cómo funciona o si vale la pena. También hay el temor a que lleguen ratones, o a que las plantas se mueran y tengan plagas. O simplemente puede haber un rechazo al trabajo extra que un huerto implica. Si bien al principio hay este tipo de inseguridades, al ver los resultados y la acogida de los niños, la reacción común es que todos están contentos y apoyan el proyecto.

Una huerta escolar es un proceso de aprendizaje continuo para todos y funciona siempre y cuando se tenga la motivación y el tiempo necesarios para mantenerla y mejorarla. Hay siempre nuevas ideas. Ampliarlo para otros grados y dedicarle más tiempo, organizar salidas a la naturaleza, socializarlo más, incluir un espacio de lectura en el jardín para leer al aire libre son algunos de los proyectos a futuro de estos colegios.

Estamos en una época en la que los niños escuchan por todas partes de los grandes problemas ambientales, sin embargo a menudo no se les ofrece estos espacios en los que ellos puedan estar en contacto con la naturaleza. Esperemos que muchos más colegios adopten esta linda iniciativa y se de la apertura para poderlo implementar como parte del pensum escolar. Talvez lo más importante de este tipo de espacios es que a los niños les encanta, lo disfrutan y hasta lo necesitan. Como adultos tenemos una responsabilidad de enseñarles las cosas simples pero vitales de la naturaleza, ya que eso les dejará una huella para toda la vida.

Texto y fotos: Gabriela Jaramilla

Leer parte I: Las huertas escolares- alimento para los guaguas